Un buen viaje con ballenas grises
Foto Christian Vizl ( IG:@christianvizl )
Desde que el agave se convirtió en mi planta de poder y el mezcal en mi bebida espirituosa, empezó para mí este buen viaje, esta búsqueda de información y señales de la mítica isla de Aztlán, en particular, las referentes a los grupos originarios del lugar, que rendían tributo a algunos animales, a quienes adoraban como sus dioses de la Creación.
Esa cosmovisión llevaba tiempo incubándose en mis sueños, en mi caminar y en mi alma, donde busco la verdadera interconexión de los indios con los animales de poder.
Creo que si uno logra conectar y sentir, sin intentar descifrar la música del universo, puede conectarse con la fuente, con la energía de la Creación y así, aprender más del renio animal, vegetal y de nosotros mismos, que somos sus criaturas y que juntos somos una familia cósmica.
No podemos medir la inteligencia animal comparándola con la nuestra, porque nos quedamos muy cortos. Dicen que dos ballenas que se encuentran en un punto del vasto océano (una proveniente del Polo Sur y, la otra del Polo Norte), en segundos se pueden compartir lo que saben de las rutas oceánicas que transitaron. Esto nos deja muy retrasados, si comparamos este talento suyo, con nuestra asumida inteligencia superior. Nosotros deberíamos intentar sentir y aprender más de su sabiduría: los animales no necesitan de nosotros; nosotros necesitamos de ellos. La evolución de muchos animales comenzó hace millones de años antes que la del homo sapiens, o sea, nosotros.
La rama del reino animal sustenta a nuestros ancestros más antiguos. Muchos de los experimentos que se hacen hoy en día, pretenden averiguar que tanto entienden nuestro lenguaje los animales, cuando debería de ser al revés: poner nuestra ciencia al servicio de nuestro entendimiento de los diferentes lenguajes de ellos.
El llamado de las ballenas llegó a mí, en conexión con otro explorador que estaba también en la búsqueda de Aztlán, rastreando señales, símbolos y pistas que lo trajeron hasta mis rumbos, en San Miguel de Allende. Reconocido como el ¨encantador de ballenas¨, (título que él por su humildad no se adjudica). Me contó sobre su proyecto ¨Los juegos de Leviatán¨, estudio multidisciplinario, sobre la interacción de las ballenas con la poesía, el cual estaba en curso ( febrero de 2019 ) con el apoyo del programa Arte, Ciencia y Tecnologías de la UNAM y del Fonca.
A nuestro primer encuentro, llegó a la Mezcalería buen viaje vestido con gorra de capitán de barco, botas, mameluco. Mezcal de de la casa de por medio. Sacó un mapa desgastado
y me señalo él lugar de destino: Laguna Ojo de Liebre, Guerrero Negro, Baja California Sur. Me contó que ése es el lugar donde las ballenas grises recorren grandes distancias, llegan para dar a luz y para morir. Por alguna razón, que sólo ellas saben, eligen este lugar tan especial, esta laguna que seguramente guarda en sus aguas una memoria ancestral. Aquí ocurrió también la matanza más grande de ballenas de la historia, pues, al tratarse de una laguna, resulta más fácil cazarlas que en mar abierto. La razón de esta muestra elevada de estupidez humana, es que hay mercado para el aceite de ballena.
El explorador me invitó a acompañarlo en su siguiente viaje, a Ojo de Liebre. Le comenté a un joven fotógrafo amigo mío y, al poco tiempo, tenía reclutado ya un equipo de 17 personas, entre ellos. Nos encabezaba Fernando Velazco ( el poeta encantador de ballenas), quien nos compartió cómo podemos, a través de la poesía y del lenguaje corporal, interconectarnos más con estos seres). También contamos con Rene Villanueva (un naturalista e ilustrador científico darwiniano, que nos daba el conocimiento científico de la flora y fauna del lugar), Christián Vizl (un reconocido fotógrafo subacuático internacional, artista y conservador marino que nos hizo ser más conscientes del agua y sus seres), Pablo Da Ronco (un joven entusiasta fotógrafo cuya insistencia fue la que me convenció de emprender esta aventura), Miguel Canseco (un místico ilustrador tarotista, que nos conectó más con el misterio y la magia de cada uno, según lo que revelaban sus cartas), Diego Martínez (un músico que nos puso a danzar todas las noches), Ida Cuéllar (documentalista de lo paranormal, que, con sus tambores, nos puso en otra frecuencia y documento varios momentos de la travesía), Andrés Moreno (sonidista y cazador de frecuencias marinas, quien capturó el silencio de las ballenas), Gregorio Braga (un yogui financiero que nos puso a meditar diario), la Dra. Joyce Braverman (una mujer medicina, que con sus ceremonias con plantas, nos conectó más en la frecuencia del amor, la empatía y la unidad), Eugenio Maillefert (un mezcalero ¨que nos ponía mágicos¨ con la dosis correcta, también cazador de momentos mágicos en video), Gabriela Fuchs ( artista y fotógrafa de cenizas de la muerte y documentalista que capturó también momentos maravillosos), Claudia Cancino (una productora que nos bajaba a tierra haciendo diario
un ¨Reality Check¨) Daniela Guzmán (taxidermista e ilustradora, que se dedicó a buscar fósiles mientras nos compartía sus pensamientos sobre la muerte), Claudia Sánchez (fotógrafa e investigadora multidisciplinaria), Paco Jiménez Franco ( pescador, lanchero, lugareño y guía que, a diario, nos embarcaba en su lancha para recorrer la laguna ) y Paco Ayala ( un ¨hojalatero social¨ que nos hizo más ¨civilizionarios¨ ). A mí me toco ser el junta locos para hacer realidad esta expedición, con el fin de documentar y compartir esta experiencia en este artículo, en un libro, en un museo… dondequiera que la vida me lo permita. Una vez armado el circo, emprendí uno de los viajes más transformadores de mi vida.
Quiero hacer una mención especial de Ariel Guzik: Tuve el honor de conocerlo unos días antes del viaje. Ariel es un expedicionario, inventor, iridólogo, herbólogo (que inventa cápsulas marinas para investigar las frecuencias cetáceas). En la víspera, sólo me dijo estas palabras: ¨Martín el viaje que vas hacer fue el que me cambio la vida hace unos 12 años.
Casi todos mis experimentos y las maquinas que construí tienen que ver con mi primer encuentro con la ballena gris¨
El camino a nuestro destino fue muy largo. Tuvimos que rentar un camión extra para llevar todo nuestro equipo, documentación, comida, herramientas, maletas, etcétera.
Pasamos por retenes militares, donde nos revisaron hasta los dientes. Al final, ni resentimos el cansancio:habíamos llegado al paraíso. Al pisar la arena y escuchar la respiración de varias ballenas que nos daban la bienvenida, nuestros ojos se pusieron vidriosos y nuestros corazones se llenaron de alegría, porque nuestra alma, de seguro sabía que la experiencia nos iba a cambiar la vida.
Montamos las carpas con alguna dificultad, porque azotaba un fuerte viento; luego acondicionamos una de ellas con provisiones, para la comida de los siete días. A la mañana siguiente, comenzamos a leerles poemas a las ballenas.
Yo, honestamente, no creo que entiendan el lenguaje de la poesía, ni las letras o ritmos de la música, pero sí creo que ellas se acercan más cuando los humanos logramos estar en
nuestro centro y elevar nuestra conciencia, sin tener expectativas, o sea, abriendo el portal del corazón. Siento, incluso que ellas quieren dejarnos un mensaje. Es imposible contar con palabras estas experiencias, porque hay cosas en la vida, que hay que sentirlas.
El experimento se extendió también en tierra, porque si entre ellas se pueden comunicar a kilómetros de distancia, también creo que lo pueden hacer con nosotros. Aquí entró en acción la ¨mujer medicina¨, conectándonos más con la naturaleza, para que pudiéramos apagar nuestros cerebros y abriéramos más nuestro corazón.
Una semana sin Wi-Fi, sin señal, nos ayudó a conectarnos mejor y a estar en sincronía con el Universo, con la Unidad, con la quietud, con el silencio. Las caminatas en el desierto bajacaliforniano, se convirtieron en una experiencia de exploraciones sensoriales nuevas para todos. Siento que el desierto guarda una energía muy especial; ¿será por todos los animales que murieron hace millones de años?, además de los seres que lo habitan hoy y que son muy fuertes y resistentes debido a las extremas condiciones y la falta de agua.
En distintos momentos montes del viaje, tuvimos encuentros con coyotes, águilas, lagartos prehistóricos y plantas endémicas que, personalmente, nunca había visto.
Foto: Pablo Da Ronco @pablodaronco
El penúltimo día, nuestros guías, los pescadores que nos llevaban en sus lanchas, nos advirtieron que convendría suspender la última salida, porque no íbamos a ver ni una ballena debido al mal tiempo. Decepcionados, nos levantamos de nuestras bolsas de dormir y, justo en ese momento, contra todos los pronósticos, viento y marea, el día se compuso y nos ofreció muy buenas condiciones. Aun así, pesaba la advertencia de que todo podría cambiar rápidamente como hacía un momento.
Fue el único día, de los siete, que entramos al mar con muy bajas expectativas de ver a las ballenas.
Entramos a la laguna con plena gratitud y agradecimiento a la vida, empezamos a danzar y a cantarles como nunca lo habíamos hecho. De pronto sucedió el milagro: aparecieron
montones de ballenas, delfines y tortugas marinas y, así lo vivimos, se sumaron para danzar con nosotros. Fue una experiencia celestial para nuestra alma. Incluso se acercaban y nos dejaban abrazarlas, el documentalista de lo paranormal entró en Frecuencia Grimberg ( así llamada en honor de un neurocirujano que descubrió cómo leer con los ojos cerrados, y que experimentó con casos de ¨mente sobre materia¨ ) y se zambulló como buen whale rider a nadar con ellas. En tanto, una majestuosa ballena, se me acercó y me miró con su enorme ojo, entré a otra dimensión, el momento pareció ser eterno, como si el tiempo si hubiera detenido.
Volvimos a tierra, llenos de dicha y gratitud. Al poco tiempo de haber desembarcado, me desplomé y entré en ¨coma cósmico¨. Durante una hora, permanecí acostado sin poder moverme.
Mientras mi cuerpo estaba ahí, mi alma estaba en otra dimensión. Entré en un mundo dorado, donde había ballenas gigantes con los 12 apóstoles; mientras navegaba por esas imágenes oníricas, me sentía en paz, no quería salir de ese viaje, no quería
volver a lo que le llaman realidad. Un mes antes, el tarotista había pintado un dibujo donde era tragado por una ballena, como la historia bíblica de Jonás. Ese mito se hizo realidad en mi sueño despierto, y esta experiencia fue un renacer para mí y para todo el grupo.
Miguel Canseco/@cansecotarot
Ahora estamos manifestando un buen viaje a la isla Kaikoura en Nueva Zelandia, con los indios maoríes, los originales whales riders, que tiene una cosmogonía según la cual las ballenas fueron las creadoras del Origen, porque guardan la memoria de las estrellas.
Sigue este buen viaje explorando, aprendiendo y sintiendo lo que pudo haber sido la conexión de los indios y antiguas civilizaciones con los animales.
Miguel Canseco/@cansecotarot
Video realizado por Eugenio Maillefert
Video realizado por Eugenio Maillefert